El Nuevo Reino de Granada, donde existió un franco desinterés por condados y marquesados, fue el escenario de la mayor expedición naturalista del imperio español. Nobleza e ilustración sostiene que entre ambos fenómenos existe una relación intrigante, precisamente porque en ausencia de nobleza titulada -esto es, en un contexto de extendida y sosa hidalguía- la práctica de las ciencias funcionó como una actividad prestigiosa en términos sociales. Así, a lo largo de estas páginas se explora la cuestión mediante sucintas biografías que entrecruzan los estudios políticos con los económicos, los culturales y los intelectuales. En primer lugar, un "noble meritorio" que por la vía de las armas y las letras terminó su carrera como capitán general de las islas Canarias. En segundo lugar, un inmigrante español convertido en gran comerciante y destacado mecenas santafereño. En tercer lugar, un mestizo de muy humilde extracción que gracias a la protección de la Corona superó la discriminación en Cuba y se convirtió en bibliotecario real y en el publicista más destacado del virreinato. En cuarto lugar, un aristócrata capitalino que empleó la historia natural como herramienta de fomento colonial y como un saber determinante en tiempos de revolución. En quinto lugar, una marquesa momposina, aficionada a la medicina y al estudio de las hormigas, cuya trayectoria ha estimulado la imaginación de sucesivas generaciones. Las cinco historias se combinan para dar cuenta de las profundas transformaciones que propició la irrupción de la Ilustración en el Nuevo Reino, justamente porque más que una actividad relegada a una minoría nobiliaria, el cultivo de las ciencias y de las letras brindó posibilidades inéditas a personas de orígenes muy diversos para adquirir reconocimiento social, al amparo de una cambiante sensibilidad hacia la virtud y el mérito.