La piel nos envuelve, nos contiene y nos limita, pero también es una puerta hacia la magia interior, a lo fascinante de un mundo desconocido.
Una bella y joven trapecista rusa, Olgah, cae del trapecio y pierde todo lo que tenía: sus movimientos, sus contorsiones y sus acrobáticas formas. Pero su abuelo -director del circo-, en un constante afán por recuperarla, se ocupa de empujar su piel (pushskin) para descubrir en ese contacto la comunión con un mundo nuevo para él, y la comunicación con ella, que si bien ya no habla ni camina, puede reír.
Esa risa es el máximo jolgorio. Aquello que nos llevará a un sorprendente final que inspira esperanza y recapacitación, para todos aquellos a los que les parece tan normal hablar y caminar, pero que no se animan a reír, danzar y descubrir esos caminos extravagantes y fantásticos que solo relucen en nuestro interior.