Porras, dueño de una prosa medida, distante de cualquier posibilidad onírica que, sin duda, estos ámbitos del encierro y el delirio pueden ofrecer, sin recurrir a rupturas temporales o espaciales, escribe historias surcadas por temas constantes que definen la condición humana: la solidaridad y la soledad, los celos y el amor, la venganza y la muerte. En Historias de la cárcel Bellavista, por otro lado, está presente el argot; no podría ser de otro modo, pero su uso es moderado, y en todo caso está sometido a la racionalidad de un escritor sujeto a las fórmulas tradicionales del cuento.